Casa Mae

3.11.13



Este cuento fue escrito para la semana de Halloween de Pergamino con Tinta. Espero que les guste.









Casa Mae


Paso.
Paso.
Paso.
Crujido.

Las tablas chirriaron bajo su peso. Carlos cubrió su boca con la mano para asegurarse de no hacer ningún ruido. La cámara de fotos le colgaba del cuello, medio enredada con su bufanda. Sus amigos lo esperaban fuera, en el frío y la oscuridad.

Carlos dio otro paso. Y otro. Y otro. Un ronquido a lo lejos le pone en tensión. No quiere que su padre lo descubra saliendo de casa a estas horas. Menos que lo atrape con su cámara de fotos.
Luego de quince minutos y unos cuantos sustos más ya esta fuera. Los chicos lo rodean —todos compañeros de clase— y se disponen a recorrer las calles para cumplir la apuesta.

La vieja casa de los Mae no se alza sobre una colina ni se cae a pedazos, como en las películas de terror que ven los viernes por la noche en la televisión. Es una simple casa de dos pisos que esta al final de la calle, junto a un lote baldío (los adultos no hablan de que sucedió con los Mae cuando los chicos rondan cerca, como si un pacto de silencio los uniera a todos a lo ocurrido). Pero eso no les impide a los niños elucubrar, imaginar que cosas horribles sucedieron allí muchos años antes de que ellos nacieran.

La casa ha sido habitada antes. Pero como todos saben, ninguna familia ha durado ni siquiera una semana allí. A medida que los años pasan, más y más rumores se escuchan y los viejos callan, moviendo la cabeza con pesadumbre cuando alguien saca el tema.

Los niños se agrupan junto a la verja del jardín, Carlos se acomoda la bufanda para atrapar el calor contra su cuello. Jesse y Mike sueltan risitas, sus caras pícaras aseguran la aventura del siglo.  Las niñas se reúnen junto a Carlos, que suele ser más amable con ellas que los otros niños. Emily y Cho son las mejores amigas, así que comparten la linterna con la que explorarán y sus manos están unidas, como si eso les asegurara que nada malo les sucederá.

Los niños se animan a entrar al fin. La puerta de la verja chirría, sus goznes oxidados por el paso del tiempo. El viento frío sigue soplando y los niños caminan por la breve entrada hasta llegar a la puerta de la casa. Cerrada. Jesse y Mike no van a rendirse en su intento de entrar, así que inspeccionan para ver si alguna ventana está abierta.  Y tienen suerte, así que todos terminan colándose por una pequeña ventana que da a uno de los dormitorios de la planta baja. Todo está oscuro y silencioso, un poco menos frío que fuera. Más vacío.

Las niñas se ocultan tras Carlos hasta que logran encender la pequeña linterna que llevan, que lo único que logra es enceguecerlos por unos instantes. Mike ya se ha adelantado y Jesse los apremia para seguirlo. Lo alcanzan en las escaleras y comentan en susurros lo normal que parece la casa.
Al llegar arriba se decepcionan. La casa obviamente no tiene nada paranormal, al menos es a la conclusión a la que llegan tras abrir las puertas de las distintas habitaciones y comprobar que solo contienen polvo y algunos muebles viejos.

Jesse está muy molesto pero las niñas están felices. Ha sido toda una aventura para ellas el mero hecho de salir de casa por la noche, a escondidas de sus padres y tener la valentía de entrar a una casa supuestamente embrujada. Al final, todos le piden a Carlos que haga unas cuantas fotografías para probar que estuvieron allí esa noche y mostrarlas a sus otros compañeros.

No faltan las risas y en algún momento casi caen escaleras abajo por culpa del desgaste del tiempo en la casa pero al final la escalera resiste y luego de eso todos se apresuran a salir, dispuestos a volver lo más pronto posible a sus casas y al calor de sus camas.

Carlos vuelve a entrar a casa tal como salió, paso por paso. Para su suerte, el piso no ha crujido en ningún momento y sus padres no han despertado. Así que puede prender la computadora con toda la confianza del mundo y traspasar las fotografías. Cuando termina pone la cámara de su padre en su lugar.

Cuando vuelve a su habitación, la computadora sigue encendida, la carpeta con las fotografías abierta. Así que como aún no tiene sueño, las observa. Las primeras son graciosísimas, los chicos haciendo muecas y las chicas poniendo sonrisas mientras en el fondo de ven las cortinas desvaídas y los muebles viejos. Las siguientes muestran a Jesse y Cho haciendo tonterías en las escaleras y a los otros riéndose de ellos. Pero en las siguientes, se ve mucho polvo, las escaleras rotas. Carlos piensa que hay un error, las escaleras estaban en perfecto estado. Sigue pasando las fotografías, el miedo cerrándole la garganta, el terror de lo que puede descubrir cubriéndolo de un frío escalofríante.

Las fotografías muestran las escaleras rotas, los cuerpos de los niños. Hay una sombra que se hace más y más nítida a medida que las fotografías avanzan. Hay muchas más fotografías de las que Carlos recuerda haber tomado. Los niños se ponen de pie, las niñas ya no sonríen pero al parecer todos están a salvo y mientras estás fotografías continúan, casi cuadro por cuadro la sombra se hace más clara, más física. Y al final, el rostro de la sombra. Y un video.

Carlos salta de la silla del miedo, el rostro de esa cosa es pavoroso y él cree que los chicos le han jugado una broma. Hasta que el video final comienza a reproducirse y ve como los niños se levantan, tal como en las fotografías. Se preguntan unos a otros si están bien, mientras en el fondo la sombra avanza hacia ellos. Carlos quiere gritar, decirles que huyan, que una cosa horrible se acerca. Pero de su boca no sale sonido alguno y el miedo lo paraliza, le impide correr a la habitación de sus padres. El video continúa, la sombra a alcanzado a Mike y los otros por fin la han visto. Gritan. La cámara capta como la sombra arranca la cabeza del niño y la lanza contra la pared. Va por las niñas y Carlos observa todo y grita sin voz. 

Al final, los cuerpos de los niños cubren el suelo, las manchas de sangre se mezclan con las motas de polvo de la vieja casa Mae. La cámara graba el primer plano de la sombra, una cosa que sonrié.
Carlos cae al piso, no puede creer lo que ha visto. Hasta que mira sus manos, mira su ropa. Todo está manchado de sangre. Carlos grita y grita hasta que no puede más. “Todo debe ser una broma, una broma estúpida” piensa él, intentando convencerse. Hasta que ve la sombra, junto a su ventana, quieta y esperando.

— Ahora vengo por ti— susurra la sombra, una voz raposa y fría. Y se lanza sobre él.




A la mañana siguiente, los cinco niños son reportados desaparecidos. La policía rastrea todo el barrio en busca de alguna pista. Cuando no se encuentra nada, alguien sugiere que se revise la vieja casa Mae, con su pintura descascarada y la verja chirriante. Después de todo, es solo una vieja casa y no hay que tomar en cuenta las habladurías, porque son cuentos de niños y viejas. ¿Y qué mal podría hacer una vieja casa?

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2 comentarios

  1. La verdad es que la portada impresiona. Da miedo. Lo dejaremos para Halloween o alguna situación que lo requiera. Besos.

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    1. Creo que la portada da más miedo que la propia historia, así que no sé si logré mi objetivo.

      Saludos!

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